Hubo un silencio que se extendió por unos segundos, un silencio que para Luis Fernando se convirtió en una eternidad. Sus ojos estaban fijos en Miranda, buscando en su mirada alguna pista, alguna explicación que pudiera darle sentido a la situación. Sin embargo, Miranda se mantenía firme, con una expresión seria que no dejaba lugar a dudas: estaba segura de lo que estaba haciendo.
—Te hice una pregunta, Miranda —dijo Luis Fernando, su voz temblaba con ligereza —. ¿Qué significa esto?
—Significa lo que acabas de leer —respondió ella, su tono estaba cargado de un sarcasmo mordaz—. Voy a tener un hijo tuyo. ¿No te parece divino?
Luis Fernando se quedó paralizado, mirándola atónito, con la boca entreabierta y los ojos a punto de brotar de su rostro. La incredulidad se apoderó de él.
—¿Cómo? ¿Qué has dicho? ¿Embarazada?
—Sí, como lo escuchas, embarazada. Quise traerte personalmente el examen con los resultados para que lo corroboraras con tus propios ojos. Creo que es algo normal