Una prueba irrefutable

—¡Ay, no! —exclamó Grecia, llevándose las manos a la boca, su rostro se tornó pálido como un mármol.

—¿Qué te pasa, Grecia? —preguntó Luis Fernando, preocupado, sin darse cuenta de lo que estaba pasando, notaba que había perdido todo color en su rostro—. Te has puesto pálida.

—Es que allá está Guillermo, junto al señor Pasquel —respondió ella, señalando con un temblor en su mano.

—¿Pero qué hace Guillermo aquí? ¿Acaso ellos se conocen? —Luis Fernando frunció el ceño, en su mente trataba de entender la situación.

—No, no se conocen —dijo Grecia, con una voz entrecortada—. Es que yo le avisé lo del accidente, y como Monserrat estuvo hace poco cenando en casa, él quiso acercarse mientras yo llegaba para apoyar al señor Pasquel. Pero ahora, ¿qué vamos a hacer? Creo que ya nos vio —su voz se tornó angustiada, y sentía que las piernas le temblaban, sentía que estaba a punto de caer al piso.

—Cálmate, mi amor —la tranquilizó Luis Fernando, para él era lo mejor que podía pasar, había esper
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