Luis Fernando apretó los puños, intentando contenerse. Sabía que estaba a punto de tomar una decisión que, aunque no le gustaba, era la única forma de asegurar su futuro y el de su hijo. A pesar de la rivalidad que existía entre él y Guillermo, su meta era clara: regresar a sus manos lo que injustamente le habían quitado. En su interior, Luis Fernando sentía que sus intenciones eran nobles y que estaba muy lejos de parecerse a su madre, Greta, quien había sido capaz de hacer cualquier cosa por su propio beneficio.
—Efectivamente, he tomado una decisión —anunció Luis Fernando, con una voz firme que resonó en la sala.
Villaseñor abrió los ojos con atención, su interés era evidente mientras sacaba el puro de su boca y lo colocaba cuidadosamente en el cenicero de plata que había sobre su escritorio. Su actitud cambió, mostrando una mezcla de satisfacción y expectativa.
—Esa voz me agrada —dijo Villaseñor, sonriendo de forma calculada—. Excelente, entonces, por favor, tomen asiento y hable