Luis Fernando conducía mientras las lágrimas corrían por su rostro, sintiendo cómo la angustia lo invadía. La situación era dolorosa, un torbellino de emociones lo abrumaba. Quería enfrentarse a su madre, reclamarle cara a cara que ya sabía toda la verdad sobre la trampa que había tejido junto a Laura para destruir su felicidad. Pero, al mismo tiempo, un profundo temor por el estado de salud de Greta lo paralizaba. Todo le había llegado de golpe; conducía sin un rumbo claro, perdido en sus pensamientos y en la angustia.
Mientras avanzaba por la autopista, recordaba que debía avisar al Lic. Burgos sobre lo que estaba sucediendo. No podía quedarse de brazos cruzados. A pesar de todo, era su madre, y no podía permitir que se hundiera en la cárcel, no podía quedarse de brazos cruzados, a pesar de que estaba consciente de que era culpable. Con determinación, tomó el manos libres y marcó el número, sintiendo que el tiempo se deslizaba entre sus dedos.
El teléfono solo repicó dos veces antes