Aquella alegría que había transformado la vida de Guillermo, haciéndole ver que su destino no se encontraba al lado de Grecia, de pronto se convirtió en una pesadilla insoportable. Monserrat había tocado un tema que él había dejado cuidadosamente en el pasado, y que pensó que jamás volvería a salir a la luz. Cuando se casó con Grecia, había llenado su vacío emocional con los hijos de ella. Pero ahora, la situación se tornaba diferente; Monserrat era una joven vibrante, llena de ilusiones, como toda mujer soñaba con tener hijos del hombre que ama. Pero, ¿cómo le decía que no podía darle hijos?. Pensaba que si le decía la verdad, ella ya no lo vería igual. Guillermo estaba lleno de complejos, mantenía la absurda idea, de que por ser estéril, no era un hombre completo. Se encontraba en una encrucijada de la que no sabía cómo escapar, mientras ella lo observaba extrañada por su cambio de comportamiento.
—Guillermo, por favor, mi amor, al menos dime algo. Estabas tan contento y de pronto t