Montserrat se levantó del sillón de forma abrupta, abriendo los ojos con una expresión de horror que reflejaba el impacto que le había causado la noticia. Su cuerpo temblaba de la impresión, incapaz de asimilar la devastadora noticia que acababa de escuchar.
—¡No, eso no puede ser! —gritó con fuerza, su voz hizo estremecer a Mónica. —Mi padre no pudo hacer algo así. Era un hombre intachable, incorruptible. ¡Eso es totalmente falso, señora! —respondió Montserrat, sintiendo un profundo dolor. Amaba a sus padres con el alma, y no podía imaginar la idea de pertenecer a otra familia.
—No es mentira lo que te digo, y por eso he regresado. Quiero demostrarte que en realidad yo soy tu verdadera madre, y lo puedes corroborar con una prueba de ADN —dijo Mónica, sintiendo que cada palabra era un golpe que destrozaba su corazón cada vez más. Montserrat estaba en shock; no podía creer lo que estaba escuchando. Era como si una lanza se le hubiera clavado en el pecho, partiendo su corazón en dos.
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