El ambiente en el hotel estaba cargado de tensión. Las luces de las patrullas parpadeaban, pero la realidad en la habitación 304 era un tormento real que los tenía a todos expectantes. El Cuervo, sentía que su corazón latía con fuerza, mientras Susana estaba en medio de un ataque de pánico, se sentó junto a Valentina, la cual estaba delirando de la fiebre. Ella la miraba con horror, estaba consciente de que siempre la había maltratado, y eso tarde o temprano lo iba a pagar con cárcel. Pero en ese momento la desesperación la hizo tener un momento de reflexión, dandose cuenta del error tan garrafal que había cometido con una niña inocente.
Se aferró a Valentina, como nunca antes lo había hecho, porque jamás tuvo una muestra de amor y mucho menos consideración hacia ella. Pero irónicamente en ese instante en el que se sentía perdida, se aferró a ella, como si estando así cerquita de la niña, pudiera evadir el peso de la ley.
—¡Salgan ahora! —gritó el detective, ya decidido a entrar