Grecia salió de la habitación a toda prisa, llevando el diario en sus manos. Estaba deseosa de contarle a Guillermo sobre su fatal descubrimiento. Cuando llegó a la sala, se cruzó justo con él, que también la estaba buscando.
—Bonita, por fin te encuentro. ¿Dónde estabas? Te he buscado por toda la casa—preguntó intrigado.
Grecia estaba agitada, su respiración se aceleraba cada vez más. Miró a Guillermo a los ojos, y su expresión denotaba su nerviosismo.
—Guillermo, necesito que hablemos.
—¿Pero qué te pasa, mi amor? ¿Por qué estás así, como si hubieras visto un fantasma? —decía Guillermo, tocando sus hombros mientras la observaba con preocupación.
—Es que… es que… —Grecia buscaba la forma de contarle, pero sabía que sería una gran impresión para él enterarse de que sus padres habían sido asesinados por Greta. Tenía miedo de cómo reaccionaría; acababa de salir de una fuerte enfermedad y no quería que esto lo hiciera recaer. Sin embargo, no podía mantenerlo en secreto por much