La sala de partos estaba impregnada de una mezcla de tensión y emoción. Grecia, a pesar de sentirse agotada y débil, no podía ocultar la ansiedad que la invadía por saber si su bebé sería un niño o una niña. Para ella y Luis Fernando, era un momento único: él estaría presente en el nacimiento del bebé por primera vez, y habían acordado que descubrirían el sexo de su hijo en ese instante especial. La emoción que ambos compartían era indescriptible.
Luis Fernando permanecía a su lado, con una expresión de pura felicidad; su rostro iluminado reflejaba la inmensa emoción que sentía. La vida le había quitado la oportunidad de estar presente en los nacimientos de sus otros hijos, y ahora, al estar allí, todo era nuevo para él. La idea de convertirse en padre nuevamente lo llenaba de alegría y nerviosismo a la vez.
—¡Díganos, doctora, qué es! —exclamó Luis Fernando, apretando la mano de Grecia con fuerza, casi como si pudiera transmitirle su energía a través de ese contacto.
La doctora