Mercedes estaba en estado de shock, incapaz de asimilar la magnitud de la noticia que acababa de escuchar. Su mente daba vueltas, y una mezcla de incredulidad y furia se apoderaba de ella.
—¡Dios mío, no puede ser! —gritó, con una intensidad que reflejaba su indignación—. ¿Cómo es posible que usted haya engañado a Luis Fernando de la forma más vil y descarada? ¡Él siempre ha confiado en usted ciegamente! Lo ve como si fuera un padre.
Mientras Mercedes hablaba, sus ojos ardían de furia, y su respiración se aceleraba. Miranda, por su parte, observaba la escena con una sonrisa de satisfacción, disfrutando del caos que había desatado.
—Mercedes, yo... no es como lo estás viendo, yo… —intentaba explicar Burgos, pero su voz titubeaba, no le salían las palabras, no sabía cómo sacar todo el cúmulo de cosas que tenía por dentro.
—¿Ah, no? —interrumpió Mercedes, levantando una ceja con desdén—. ¿Y entonces cómo es? Porque esto no se puede ver de otra forma. Aquí todo está muy claro: