El doctor Tifón entró a la sala de cuidados neonatales junto a Guillermo, enseguida persivieron que el ambiente estaba cargado de tensión. Al cruzar la puerta, se encontró con el doctor Fernández, que estaba de pie frente a la doctora Salazar, con una expresión de desafío en su rostro. La incomodidad que había entre ellos era evidente, y Guillermo, al darse cuenta de la situación, comenzó a preocuparse. “¡Dios mío! Esto se está saliendo de control.”
—Doctor Fernández, yo le voy a responder a su pregunta, pero lo haré en privado. Ahora deje que la doctora Salazar haga su trabajo y venga conmigo a mi despacho—dijo Tifón con autoridad, mientras mantenía su mirada fija en Fernández.
El doctor Fernández frunció el ceño, claramente irritado por la intervención de Tifón.
—¿Por qué, doctor Tifón? —protestó, gesticulando con frustración—. Yo me he encargado de este caso desde que nacieron los trillizos. He estado presente en cada paso de su evolución. No es justo que ahora, después de todo mi