65. Dos víboras
Gabriel
Salgo de la prisión sintiendo como si parte de mi alma se hubiese quedado ahí dentro y probablemente es así.
Ver a Cat, escucharla decir que confía en mí, escuchar que use el mote que me puso hace ya tantos años y que creí que no volvería a oír ha hecho que me de cuenta que incluso antes, cuándo creí que solo eramos amantes que se divertían y tenían aprecio, que se querían pero nada más, estaba equivocado.
La amo.
Debajo de la fachada, del miedo a la opinión de mis padres y del cinismo referente a ese sentimiento del que todos hablan, siempre ha estado la verdad y ya no hay manera de que siga ocultandolo.
No quiero hacerlo. Voy a luchar por ella, voy a poner el m4ldito mundo a sus pies si es lo que ella me pide para conseguir que me perdone, porque la he cagado, eso es algo que tengo claro y si fuera un hombre mejor simplemente dejara que rehiciera su vida con alguien que la mereciera.
Pero no soy tan bueno.
Soy un puto egoista porque ahora que he podido admitir y reconocer lo