Catalina
El beso…. El beso me hace y deshace en cuestión de segundos.
Sus labios se mueven sobre los míos sin darme tregua y sus manos se aferran a mis caderas con una presión deliciosa que me tiene enloqueciendo.
Puedo sentir como respondo con las mismas ganas, como mi boca se vuelve hambrienta y necesitada y como mis manos se mueven desesperados por su pecho desnudo, sintiendo cada músculo, cada relieve y como se ve tensando mientras lo acaricio hasta llegar a su cuello y enredar mis manos allí.
La acción es tan natural como dolorosa y creo que un pequeño gemido se me escapa del simple placer de la familiaridad.
Lentamente el beso empieza a detenerse hasta que no somos más que respiraciones agitadas y jadeos necesitados, su frente descansa contra la mía y sus manos han empezado a moverse perezosas por mi cintura y mi espalda, enviando oleadas de calor a cada parte de mi.
Cuando abro los ojos esas joyas zafiro ya me están mirando y es imposible no estremecerme cuando lo miro, porque h