26. ¿Dónde demonios estás?
Gabriel
El pequeño se abraza sde mis piernas y yo pongo instintivamente una mano en su cabeza, mientras sigo en estado de shock, sintiendo su cuerpo temblar.
Mis ojos empiezan a barrer el lugar y no veo en ninguna parte la melena rubia de Catalina. ¿Cómo es posible que se le haya perdido el niño otra vez?
Siento la rabia empezar a formarse en mi interior al pensar que tal vez ella no es tan negligente como he creído.
—¿Dónde está tu mamá, amigo? —pregunto, agachándome para mirarlo a los ojos.
Y trato de poner mi expresión más amigable, ocultando la rabia que quema.
Veo como Samuel arruga la nariz y vuelve a llorar.
—No shé. No eshtá aquí. Quiero a nani, pol favor.
Algo se remueve en mi interior y me trago la maldición que quiere salir de mis labios cuándo pregunto:
—¿Cómo que no está? ¿Cón quién estabas?—repito, tenso, pero él solo se aferra a mis piernas.
Iván se detiene a mi lado y cuando ve al niño, su rostro se transforma.
—Joder, no me digas. ¿Es él? —pregunta en voz baja.
Inspira