Catalina
Siento que estoy viviendo un déjà vu mientras veo los ojitos insistentes de Samuel pidiéndome que acepte ir a comer con Gabriel. No debería.
Dios… la última vez eso no resultó para nada bien, y no quiero hacer nada que arruine lo que tengo con Julián. Ya me siento como una basura por no ser completamente honesta con él. Ir a comer con su hermano a sus espaldas sería como clavarle un puñal.
—Lo siento, bebé, pero no podemos —digo y tiendo las manos para que se venga conmigo.
Sin embargo, todo mi cuerpo se paraliza cuando veo cómo mi hijo me lanza una mirada molesta y se aferra con más fuerza al cuello de Gabriel.
¿Pero qué demonios…?
A mi lado escucho el pequeño jadeo que sale de Nat y me niego a llevar mis ojos a otros que no sean los de Samuel.
—¡No quelo! ¡Quelo il con el plincipe, nani!
Mi cuerpo se tensa y mi quijada se aprieta. Sé que hoy ha pasado un momento traumático al verse solo en un lugar que no conocía, y aunque en el fondo estoy agradecida de que Gabriel lo haya