Redsy, al ver a Karma con la ropa desgarrada, marcas de besos en la máscara y un aroma dulce impregnado en su ropa, sonrió con burla.

—Parece que te divertiste mucho ahí adentro.

Karma, molesto, lo miró.

—¿Por qué hay súcubos en el club? Mejor dicho... ¿por qué hay súcubos en este país?

—Planeo ampliar el distrito rojo. Pasado mañana será la apertura. Las entradas serán gratis... de hecho, casi todo será gratis. ¿Por qué no vienes?

—Gracias por la oferta, pero planeo casarme en dos meses.

—Felicidades. ¿En ese caso preparo una gran despedida de soltero?

—No lo tomes mal, pero no estás invitado. Es más, ni siquiera debería estar hablando contigo. Si Erika se entera que hablé contigo… En fin, necesito quemar esta ropa. Sería malo que ella se vea afectada por el aroma de esas súcubos.

Redsy, burlándose, dijo:

—¿Qué pasó, Karma? ¿No que no le tenías miedo a nada? Parece que le tienes miedo a Erika.

—Para que lo sepas, no le tengo miedo. Es más, yo soy el miedo. El miedo que sienten las per