Durante el resto de la noche, Laura despertaba por segundos, parecía incómoda y en algunos momentos se quejaba de dolor. Marcos inmediatamente llamaba a la enfermera de turno, quien en varias oportunidades terminaba irritada por la exagerada inquietud de él.
—¿No piensa colocarle ningún medicamento a mi esposa? Se ha estado quejando de dolor.
—Señor, no puedo suministrarle cada hora un analgésico. Su esposa ha sido recién operada. Tiene que entender que va a estar incómoda y adolorida. Debe tener calma. Recuerde que es un hospital público y tenemos gran cantidad de pacientes —respondió la mujer en tono firme.
—Si ese es el problema, joder me lo habría dicho antes y me la llevo a una clínica privada —replicó.
La enfermera sonrió de forma burlona.
Marcos sintió que la sangre empezaba a hervirle de la rabia.
—Quiero hablar con el doctor. Me llevaré a mi esposa de este lugar ahora mismo. —esgrimió.
—Ustedes los ricos, creen que puede solucionarlo todo con dinero. —contestó la mujer.—