—¡No, no puede ser! —Marta se quebró frente a su empleada.
—Por favor, tiene que calmarse. Aún no se sabe lo que ha pasado. Si desea puedo encender la TV para ver el noticiero de la tarde.
Marta asintió con desesperación, se sentó en la orilla de la cama con la vista fija en la pantalla de 52 pulgadas que adoraban la pared lateral de la pared.
“No Dios, Laura no puede estar muerta” se dijo en silencio a sí misma. Una afirmación que más que una afirmación era una súplica.
La empleada tomó el control del televisor que estaba encima de la cómoda y lo encendió. Justo en ese canal, estaban retransmitiendo la noticia del suceso. La reportera hablaba del accidente dándole un toque sensacionalista al mencionar que se trataba de la esposa del reconocido empresario Marcos Sánchez y sobre el pronóstico reservado del estado en que se encontraba Laura.
—Debo ir a verla —dijo, incorporándose de la cama.
—Señorita no debería salir en ese estado. Puede ser peligroso.
—No lo entiendes, María. S