Luego de la visita del médico y durante el resto de la tarde, Marcos no se separó de Laura ni un segundo. Necesitaba ver que abriera los ojos para sentir que estaba viva y quitar de su pensamiento esa horrible idea que lo llenaba de angustia.
Cuando la enfermera de turno entró para colocarle el tratamiento endovenoso, él aprovechó unos minutos para ir por un café. Había pasado esos dos días sin dormir ni comer bien; apenas disfrutando de la pasión que Marta le brindaba. Una pasión, que ahora parecía pesarle como mármol.
—Regresaré en un minuto —informó a la enfermera.
La mujer hizo un ligero movimiento de cabeza y continuó con su trabajo.
Marcos salió de la habitación y se dirigió hasta la pequeña cafetería que quedaba frente al hospital.
—Un expresso por favor. —pidió con voz ronca.
—¿Para tomar o para llevar? —preguntó el joven detrás del mostrador.
—Para llevar —contestó con firmeza.
Mientras aguardaba su café, aprovechó de revisar su móvil. Pensaba que tal vez podría encontr