—Sólo… sácame de aquí. —murmuró ella.
—Sí, está bien. Te llevo a donde quieras —contestó él visiblemente nervioso.
Marta logró estabilizarse un poco, regulando el ritmo moderado de su respiración, aunque su corazón seguía latiendo con fuerza.
Las puertas del elevador se abrieron, Marcos la sujetó por la cintura, ella se apoyó en su hombro y caminó junto a él hacia la entrada.
Una vez dentro del coche, ella se reclinó del asiento y poco a poco fue recuperándose de la crisis de pánico que había sufrido.
—¿Cómo te sientes? —preguntó él, aún sin salir de su asombro.
—Mejor, ya un poco mejor.
—Prefieres que cancele la cita.
—Sí, por favor —contestó ella con voz temblorosa.
La sola idea de regresar a esa sala, llena de personas la llenaba de angustia.
—Bien, ¿A dónde deseas que te lleve? —preguntó él.
—Sólo conduce, eso me tranquiliza. —contestó y cerró los ojos.
Marcos asintió, condujo por la avenida principal y luego tomó la autopista. Durante casi una hora condujo hasta detene