—¿Tomaste un libro de mi biblioteca? —preguntó con severidad.
Marta se irguió sorprendida por la manera en que la interrogaba.
—Sí, lo tomé prestado —murmuró.
—¿Cómo entras a mi oficina y tomas mis cosas sin mi permiso?
—No fue mi intención. —Se excusó ella— Laura me dijo que no había problema si lo tomaba prestado.
—No me gusta que toquen lo que es mío —replicó encimándose sobre ella.
—Ya te dije que lo siento. —dijo y se devolvió para tomar el libro y devolvérselo.
Marcos entró detrás de ella.
Marta se inclinó y tomó el libro. Cuando se giró de frente a él, lo tenía tan cerca que podía sentir su respiración acelerada y su rostro y mandíbula contraídos.
—¿Qué haces? —preguntó ella aturdida con su cercanía.
—¿Qué es lo que pretendes, Marta?
—No sé a qué te refieres —respondió nerviosa, entregándole el libro mientras se hacía a un lado.
—Claro que lo sabes. ¿Qué pretendías arreglando a Laura y prestándole tu ropa? ¿Querías que se viera como tú?
—¿Qué te has vuelto loco, tío?