El vestido cayó sobre la alfombra. Marcos tomó a Laura por la cintura y la hizo girar de frente a él. Ella se encontró con su rostro y sus ojos. Su mirada era diferente, intensa. Él la veía como quien mira su plato favorito, con ganas de devorarla.
Él colocó sus manos sobre sus senos, comenzó a moldearlos con sus manos, mientras ella mantenía sus ojos en los suyos. Aquel movimiento suave pero firme, la excitó rápidamente. En un movimiento inesperado, Marcos le arrancó el brasier de encajes de un solo tirón. Luego precedió a hacer lo mismo con la diminuta braga que cubría ligeramente su intimidad.
—¡Ah! —gimió ella.
Marcos la llevó hasta la cómoda y ella apoyó sus manos en la tabla, mientras sus labios se unían a los suyos con deseo, pero sobre todo con lujuria. Aunque Laura estaba sorprendida, no podía evitar sentirse cada vez más excitada.
Él se arrodilló frente a ella, separó sus piernas con un movimiento firme y se sumergió entre sus muslos. Laura cerró sus ojos levantando el ro