Daniel sintió su teléfono sonar con insistencia, quiso ignorar la llamada, pero tuvo que disculparse con Clara y Sabrina para poder atender. Se apartó un poco de las mesas para que las chicas conversarán tranquilas y él aprovecho de contestar la llamada, sonriendo al ver que era el número de su cuñado.
—¡Hey, Edu! ¿Pasó algo, hermano? —La voz alegre de Daniel resonó con fuerza. —Disculpa la tardanza, pero estamos en el aeropuerto, yo creo que en unas dos horas estaremos por aya.
—No tengo ganas de escuchar tus reproches, Daniel —se le oía enojado y habló más brusco de lo debido. —¿Por qué no contestabas el jodido teléfono, eh?
—Que humor de perros, hombre. ¿Qué pasó? ¿Acaso ya llegó la interesada de tu esposa? ¡Apuesto a que sí y que es muy fea! —La risa estridente de Daniel puso de los nervios a Edward.
—Daniel... Acabo de hablar con mi maldita esposa hace unos minutos y de fondo escuché tu voz y tu maldita risa estridente... —Deja escapar un resoplido molesto. —¿Dónde está mi herman