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Capitulo 4 (Una difícil decisión)

Capitulo 4

"Una difícil decisión"

Catalina sentía una mezcla de nervios y ansiedad mientras se miraba al espejo. Se presentaría en el club para el trabajo, pero necesitaba mantener resguardada su identidad. Tomó unas gafas grandes y oscuras del cajón, una mascarilla y un sombrero. Se puso los artículos, tomó su bolso y salió del departamento.

Durante el trayecto al club, se sintió observada y perseguida. Sentía esa horrible sensación de que alguien iba tras ella, en reiteradas ocasiones se giró con la finalidad de descubrir a quién la seguía, pero la calle se encontraba bastante desierta a aquella hora. Nadie la seguía, solo era producto de su imaginación y ansiedad. Dejó escapar una risa temblorosa y continuó con su camino.

Una vez llegó al club, pidió hablar con el dueño, quién la esperaba en su oficina. Cuando la hicieron pasar, sintiéndose segura, se quitó los accesorios que se había puesto para resguardar su identidad. El hombre al verla quedó boquiabierto ante su belleza.

Catalina era una mujer de estatura media, cabello largo, de un bonito color chocolate, su piel era blanca y sin imperfecciones, sus ojos grandes y felinos, de un llamativo color miel, su boca pequeña y abultada, facciones delicadas. Su rostro era precioso y su cuerpo parecía esculpido por los mismos dioses.

—¡Eres bellísima!— exclamó Carlos, el dueño del club.

—Gracias, señor... me gustaría conocer los detalles del empleo—. Catalina intentó mostrarse segura.

—Oh, verdad que por teléfono no te lo expliqué, Catalina—. El hombre la miraba de arriba a abajo mientras pensaba en emparejar a la jovencita con uno de los clientes más pudientes, era tan hermosa y delicada que podría conservarlo. De solo pensar en las jugosas ganancias sonrió. —Nuestro sistema se encarga de emparejar a nuestras chicas con los clientes al azar, de ese modo es mucho más justo para todos. Claro, si el cliente que te toque quiere repetir contigo, entonces la segunda vez puede escoger sin esperar el sorteo del sistema.

—Entiendo... —aferró sus dedos a los tirantes de su bolso.

—En este club, la privacidad es algo fundamental, por lo que nuestros clientes y nuestras chicas usan antifaces de encaje antes de ingresar a la habitación y no se pueden quitar durante todo el proceso. ¿Queda claro?

—Si, señor—, Catalina jugueteó con sus dedos. Sentía un nudo en la boca del estómago. Ella era virgen, y hoy perdería su virginidad con un desconocido... Pero pensar en sus deudas y en qué su madre la necesitaba, le hacían quedarse.

•••

Erick Montenegro, a pesar de ser un tiburón en los negocios, era todo un cachorrito en el amor. A pesar de ser un hombre atractivo y multimillonario de 28 años, era soltero y seguía siendo virgen. Erick, no era un hombre de muchos amigos, pero los pocos que tenía eran bastante cercanos. Ellos sabían de su inexperiencia sexual, por lo que lo molestaban constantemente para que probara. Fue tanta la insistencia de sus amigos, que se apuntó en el club nocturno más exclusivo de la ciudad.

Ahí se encontraba ahora, en una habitación, con su rostro cubierto por un antifaz de encaje, frente a una delicada mujer, que al igual que él cubría su rostro con otro antifaz.

Ambos estaban nerviosos, pero Erick decidió conservar intacta su dignidad y tomar la iniciativa. Tomó a la joven de la barbilla para luego besarla lenta y suavemente. En un comienzo, Catalina estaba tensa y nerviosa, sin embargo, la forma tan dulce en que ese desconocido la besaba la hizo relajarse completamente.

Los besos, en un comienzo dulces, se fueron tornando poco a poco más febriles e intensos. Las manos grandes de Erick, comenzaron a recorrer el cuerpo de Catalina, quién se estremecía con cada caricia. Poco a poco, las prendas de ropa fueron desapareciendo hasta que quedaron completamente desnudos.

Ambos estaban nerviosos, se miraron a los ojos fijamente unos instantes y se sintieron expuestos y vulnerables, aún así, rieron juntos por su inexperiencia. Entre risas cayeron en la cama de espalda, voltearon el rostro para mirarse una vez más y volvieron a reír.

—Perdona mis nervios en inexperiencia, nunca he estado con una mujer antes—. Se sintió expuesto, pero necesitaba darle una explicación.

—También es mi primera vez...—, confesó Catalina con voz temblorosa.

Volvieron a mirarse a los ojos, pero esta vez, sabiendo que estaban en igualdad de condiciones Erick tomó la iniciativa. Se posicionó sobre Catalina y la besó una y otra vez, la besó con autenticas ganas, devorando su boca. Dejaron de pensar en los pasos a seguir, simplemente se dejaron llevar por el momento.

Erick, estaba completamente erecto, pero trató de ir despacio. Preparó a Catalina adecuadamente, la idea es que el encuentro fuese placentero para ambos.

—¿Estás lista? —Preguntó con voz ronca contra el oído de Catalina.

—Si...— susurró entre jadeos mientras separaba más sus piernas.

Erick la penetró lentamente, disfrutando la sensación que experimentaba en ese momento. Al ver la mueca de dolor en el rostro de la mujer, decidió consolarla con hambrientos besos en sus labios, besos que ella correspondió con las mismas ansias.

Cuando ella se relajó, él comenzó a mover sus caderas en un suave pero profundo vaivén, dándole tiempo a que se acostumbre a la intromisión. Catalina cerró los ojos, el dolor inicial desapareció y solo quedó ese fuego abrasador que la consumía por dentro. Especialmente cuando el hombre tocó un punto en su interior que la volvió completamente loca.

El tiempo se desvaneció para ambos, solo eran conscientes de las sensaciones de sus cuerpos. Todo lo demás desapareció a su alrededor.

El cuerpo de ambos se tensó, alcanzando un prolongado orgasmo en conjunto. Catalina incrustó sus delgados dedos en los fuertes homoplatos de Erick, dejando sus huellas marcadas. Culminaron con un agitado beso y una perezosa sonrisa.

•••

Erick, se convirtió en cliente exclusivo de Catalina. Él era su pareja sexual dentro del club y estar con ella era una necesidad. Una de las tantas veces en que estuvieron juntos, él completamente desnudo decidió abrir las cortinas del inmenso ventanal, fue ahí cuando Catalina vio aquellas gruesas y descoloridas cicatrices en la muñeca y antebrazo del hombre.

Reconoció esas cicatrices al instante...

Ese hombre, sin lugar a dudas podría ser Erick Montenegro, su jefe...

¡Oh, Dios! De solo pensar en ello, se sintió desesperada, por lo que se levantó con prisa de la cama, recogió su ropa, pero estaba tan apurada por huir que se le cayó la ropa interior. Sin dar explicación alguna, corrió jadeando hacia la puerta y desapareció.

Esa fue la última vez que Catalina apareció por el club. Carlos, el dueño, la llamó reiteradas veces, suplicándole que regresara, pero ella se negó a hacerlo, rogándole que borrara su información de registro del sistema.

Se había entregado por dinero a un hombre que podría ser su jefe, un hombre que si descubría su identidad podría arruinarle la vida.

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