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Capitulo 2 (Ganando una nueva enemiga)

Capitulo 2

"Ganando una nueva enemiga"

Catalina se ocultó en el baño, encerrándose en uno de los cubículos intentando inútilmente de arreglar su zapato. Frustrada por no lograrlo, terminó arrancado el tacón del zapato bueno. Al menos, así ambos zapatos se verían igual. Avergonzada por la situación, salió del cubículo y se lavó la cara.

—No puedo permitirme unos zapatos nuevos en este momento...—, susurró mientras observaba su propio reflejo.

Un suspiro resignado escapó de sus labios y tragándose la vergüenza salió del baño. Grande fue su sorpresa al llegar a su sección de trabajo y encontrar varias cajas con llamativos listones rojos. Caminó lentamente hasta su escritorio, contando las cajas de regalo.

¿Quién había mandado todo eso? Quizás había sido una confusión, pero antes de que pudiera hacer nada, Antonio, el guardaespaldas de Erick Montenegro apareció frente a ella.

—Señorita Catalina, el señor Erick Montenegro le envía este presente. Hoy en el vestíbulo notó que sus zapatos estaban ago pasados de moda y decidió comprar algunos pares para usted—. El hombre señaló las cajas—, es un par para cada día de la semana.

Catalina abrió grandes los ojos, sonrojandose notoriamente. Observó a su alrededor, sus colegas estaban reunidas en un rincón observando la escena mientras cuchicheaban y la miraban con envidia.

—Digale al señor Erick Montenegro que agradezco muchísimo este detalle, pero lamentablemente no lo puedo aceptar, no me parece correcto. Yo...— se muerde el labio inferior notablemente nerviosa, pero Antonio no le permite terminar su discurso.

—Lo siento, señorita Abogada. No puedo llevar estos zapatos de vuelta, así que deberá aceptarlos quiera o no.

Antonio no esperó respuesta, simplemente se dio la media vuelta y abandonó la sección. Nada más el guardaespaldas se fue, las otras trabajadoras comenzaron a hablar entre ellas.

—Miren nada más todos esos zapatos —dijo una de las mujeres.

—¡Son zapatos Luis Vuitton de temporada! ¡Cuestan una fortuna!— dijo otra.

—¿Qué tuviste que hacer por esos zapatos, abogaducha?— la voz estridente de Juana resonó en el cuarto. El rostro de la mujer ardía en furia.

—Yo no hice nada—, la voz de Catalina era temblorosa, sintiéndose agobiada por el acoso e insinuaciones de sus compañeras, en especial por las venenosas palabras de Juana.

—¿Y pretendes que te crea? Nadie creerá que un hombre como Erick Montenegro te regalaría algo sin que le hayas dado nada a cambio.

—Piensa lo que quieras, Juana— Catalina se sentó en su escritorio y comenzó a ordenar las cajas de zapatos—. No soy como tú.

Juana indignada se fue a su cubículo e hizo una seña a las otras mujeres para que volvieran a trabajar. ¡Odiaba a Catalina Salgado! ¿Como era posible que un hombre tan guapo y poderoso mirara a una mujer como Catalina? ¡Era inaceptable! Debía avisarle a Lorena Ortíz, después de todo era la hermanastra y amor de infancia de Erick.

Cogió el teléfono y marcó el número personal de la mujer, contándole de la situación nada más contesto.

Lo que nadie sabía, es que Antonio, el guardaespaldas de Erick observaba toda la situación. Después de todo, su jefe mandó todos esos regalos con el objetivo de descubrir a la cómplice de Ignacio.

•••

Lorena Ortíz, era la hija adoptiva de los Montenegro. Había crecido en un orfanato, pero cuando tenía 11 años fue adoptada por Esteban Montenegro, el patriarca de la familia. Durante la adolescencia sostuvo una relación con Erick, la cual culminó cuando se vieron obligados a separarse, ya que ella fue enviada a la sucursal de Estados Unidos.

Lorena no amaba a Erick, pero si amaba la inmensa fortuna de la cual sería el único heredero. Estaba dispuesta a todo con tal de ser su esposa. Antes de viajar a los Estados Unidos, investigó minuciosamente a cada empleado de la empresa, descubriendo que Juana estaba cegada por la avaricia. Con regalos costosos, importantes sumas de dinero y ascensos ocasionales había logrado ponerla de su lado. Juana era sus ojos mientras ella no estaba en el país y con esta llamada estaba más que convencida de que tanta inversión había dado su fruto.

La llamada de Juana sembró la duda, por lo que reservó el primer vuelo rumbo a México, Distrito Federal. Ella protegería sus intereses con uñas y dientes, no permitiría que una cualquiera le arrebatará a Erick Montenegro.

•••

Catalina terminó de rellenar una infinidad de contratos, se había puesto uno de los bonitos y cómodos zapatos que Erick había elegido para ella. Cada vez que miraba sus pies, sentía un cosquilleo en su vientre y a pesar de que su mente le decía una y otra vez que jamás podría tener a un hombre como él, su corazón parecía ignorante a los gritos de alerta de su cerebro.

Las puertas del ascensor se abrieron de golpe, Catalina alzó la mirada encontrándose con una mujer hermosa, cabello largo y cobrizo, piel blanca como la porcelana, ropa elegante y un rostro que parecía de una actriz de Hollywood. ¿Quién era ella? Nunca antes la había visto, pero supuso que pertenecía a la empresa, ya que las otras empleadas nada más verla se pusieron de pie e hicieron exageradas reverencias.

La mujer caminó con absoluta elegancia hasta el escritorio de Catalina, una vez frente a ella la miró de pies a cabeza de manera despectiva. Catalina se encogió en su asiento, sintiéndose cohibida con su presencia.

—Hay un refrán muy popular, dicen que aunque la mona se vista de seda, mona queda—. Una sonrisa sardónica se instaló en su perfecto rostro.

—Disculpe señorita, yo...—, las palabras salieron en apenas un susurro entrecortado.

—Cierra la boca, no me interesa escuchar ninguno de tus argumentos—. Se inclinó contra el escritorio y acercó amenazadoramente su rostro al de Catalina—. Eres una mujer vulgar y sin clase, no importa que lleves unos zapatos exclusivos de Luis Vuitton, sigues siendo una muerta de hambre oportunista.

Sin más, Lorena Ortíz se fue, dejando atrás a una abatida Catalina.

A la hora del almuerzo, Catalina se sentó en un rincón apartado, jugueteando con su comida mientras observaba por la ventana con mirada perdida y amargas lágrimas se deslizaban por su delicado rostro. Estaba tan agotada, tan aburrida de las confrontaciones, de no poder defenderse por que necesitaba aquel trabajo.

Antonio, desde una esquina del comedor la observaba, mientras discretamente sacaba su teléfono celular del bolsillo y marcaba el número de Erick Montenegro.

—Señor, la señorita Lorena Ortíz llegó al país, estuvo en las instalaciones de la empresa y discutió con la señorita Catalina Salgado. La humilló por su condición económica delante de las trabajadoras—. Asintió ante la respuesta de Erick y colgó la llamada.

Mientras que Erick Montenegro, caminaba de un lado al otro en su despacho, pensando en que tendría que hablar luego con Lorena de este tema. Nada le daba derecho de ofender a los trabajadores de la empresa.

•••

Lorena llegó a la mansión de los Montenegro, donde Esteban Montenegro, quién era su padre adoptivo, la esperaba con los brazos abiertos.

—¡Querida hija mía, que alegría volver a verte! —El hombre la abrazó.

—También tenía tantas ganas de regresar a casa, los extrañaba muchísimo a todos, en especial a Erick—. La pelirroja sonrió con picardía, para luego abrazarlo.

—De seguro estará feliz de verte, sabes que te quiere muchísimo y al igual que yo te extraña.

—No lo sé, papi, hoy le regaló zapatos Luis Vuitton a una de las abogadas de la empresa. Se rumoran muchas cosas de esa mujer, si tan solo la vieras, es una muerta de hambre oportunista—. Se cruza de brazos y frunce las cejas mientras hace un puchero.

—No te preocupes querida, no permitiré que una mujer así salga con Erick. Yo me encargaré de que él te compense por esto.

—Gracias, papi—, Lorena observó cómo la matriarca Susana Montenegro la miraba fijamente desde la entrada de la mansión, su expresión destilaba disgusto y sin saludar siquiera se dió la media vuelta y se fue.

•••

Erick Montenegro era temido por todos en el mundo empresarial, a pesar de ser un hombre joven, era sumamente meticuloso y su carácter fuerte lo hacía destacar. Sin embargo, con su hermana era todo lo contrario. A pesar de haber tenido un romance en el pasado, ahora solo la veía como su hermana y si había algo que odiaba, era discutir con ella.

—Lamento si te ofendí, hermanita. Dime cómo puedo compensarte para que olvides está situación.

—Sabes que no puedo estar enojada contigo, Erick—. Le dedicó una tierna sonrisa mientras fingía pensar. —Quiero un vestido, pero no cualquier vestido, quiero un vestido que se único en el mundo. Quiero usarlo en mi fiesta de cumpleaños.

—Esta bien, te daré un vestido único, —dejo un beso fraternal sobre su frente y se fue.

Días después le entregó un vestido exclusivo, no existía otro igual en todo el mundo. Lorena lo observaba fascinada, era de un delicado color blanco marfil, con incrustaciones de diamantes en el corsé.

En ese momento se le ocurrió una brillante idea para sacar a Catalina del camino. Llamó a su sastre de confianza, pidiéndole que hiciera una réplica exacta de su vestido, ofreciendo una generosa suma de dinero a cambio.

Días después, cuando la réplica de su vestido estuvo lista, la envolvió en una hermosa caja de regalo, escribió una tarjeta imitando la letra de Erick y lo envío a la casa de Catalina Salgado.

•••

Catalina limpiaba un poco su departamento, sacudiendo el polvo que solía acumularse durante la semana. De pronto sonó el timbre, cuando salió un repartidor le entrego un paquete. Catalina, extrañada tomó el paquete, agradeció y se adentró en su departamento. Al abrir el paquete, se encontró con el vestido más hermoso que jamás haya visto y una carta.

Querida Catalina:

No he podido dejar de pensar en ti, eres una mujer hermosa e inteligente, por eso creo que este vestido es el adecuado para ti. Me encantaría que lo uses y seas mi acompañante en la fiesta de cumpleaños de mi hermana.

Atentamente, Erick Montenegro.

Catalina leyó una y otra vez aquella nota, sintiendo su corazón latir con tanta prisa que creyó que se le saldría del pecho. ¡Se sentía la mujer más afortunada del universo!

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