El avión aterrizó con un chirrido de neumáticos contra el asfalto húmedo a causa de la lluvia. Erick Montenegro apretó el teléfono contra su pecho, tratando de calmar los erráticos latidos de su corazón. El mensaje que su guardaespaldas le había enviado se reproducía una y otra vez en su cabeza. “Helena entró a cirugía de emergencia. Catalina necesita que estés aquí, ella se está desmoronando.”
—Cancelen todas las reuniones de los próximos días, estaré demasiado ocupado—, ordenó a su asistente mientras atravesaba el aeropuerto con pasos largos—. Y lleven esto al Hospital San Marcos de inmediato —añadió, entregando una nevera portátil con viales etiquetados “Enzimas de reemplazo – Enfermedad de Pompe".
El trayecto al hospital duró diecisiete minutos. Erick los contó en el tictac de su reloj de pulsera, cada segundo le resultaba una agonía. Estaba preocupado por Catalina y quería estar ahí para ella. Cuando estacionaron fuera del hospital, bajó con prisa y corrió al interior.
La puerta