Alina
Deslizo mis dedos sobre la sábana vacía a mi lado. Fría. Se ha ido antes de que pudiera abrir los ojos. Sin embargo, su olor sigue ahí, una mezcla de cuero, madera y esa nota salvaje que le pertenece.
Me incorporo lentamente, el cuerpo aún pesado por el sueño. Mi mente, en cambio, está en ebullición. El día anterior, Damon me prometió entrenarme, convertiré en una luchadora capaz de sobrevivir a lo que nos espera. Pero no solo me prometió protegerme; me hizo entender que tenía intención de luchar conmigo.
Un escalofrío recorre mi piel desnuda al salir de la cama. Cojo una camisa que está tirada en la silla y me la pongo apresuradamente antes de salir de la habitación.
Bajo las escaleras de piedra que conducen al gran salón. La sombra de Damon se proyecta en la pared, masiva y amenazante. Está allí, sin camisa, con sus músculos marcados goteando de sudor mientras entrena con sus garras.
Sus movimientos son rápidos, fluidos. Una danza macabra entre violencia y gracia. Golpea en el