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Capítulo 32 – La sombra de la tentación  

Alina  

El silencio de la noche es pesado. Las tinieblas envuelven la habitación como un abrazo helado, pero el calor que aún late en mis venas me impide encontrar el sueño. Mi cuerpo está tenso, mis músculos adoloridos por el brutal entrenamiento con Damon. Cada latido de mi corazón resuena en mis sienes, un eco sordo de la magia que he utilizado.  

Me giro en la cama, las sábanas deslizándose sobre mi piel desnuda. Mi respiración es corta. Damon se ha ido después de nuestra sesión, dejándome sola con el peso de este nuevo poder que late en mí. Pero no es solo la magia lo que me atormenta. Es esa mirada que tuvo al desafiarme, esa sonrisa oscura cuando sintió que comenzaba a dominar esta energía. Una parte de mí disfrutó al verlo ceder ante la fuerza de mi magia. Una parte más oscura.  

Cierro los ojos, pero una sombra se insinúa en mi mente. Una presencia.  

— ¿No puedes dormir?  

Mi respiración se congela. Una voz grave, suave, que desliza a lo largo de mi columna vertebral como una caricia prohibida.  

Abro los ojos de golpe, el corazón latiendo desbocado. Ezra está allí, de pie en la sombra, apoyado en el marco de la puerta. Su silueta está bañada por la luz plateada de la luna, resaltando la curva de sus músculos bajo su camisa oscura. Sus ojos brillan con un destello rojizo, un brillo depredador que me hiela tanto como me atrae.  

— ¿Qué haces aquí? murmuro.  

Se acerca lentamente, sus pasos silenciosos sobre el suelo.  

— Quería asegurarme de que estabas bien.  

— ¿Por qué?  

Ezra se detiene al pie de la cama, su mirada ardiente deteniéndose en mi silueta apenas cubierta por la sábana.  

— Porque te he sentido.  

Frunzo el ceño.  

— ¿Sentido?  

— Cuando usaste esa magia contra Damon, murmura. La sentí resonar en ti. Ahora te pertenece, Alina. Pero es peligrosa. Si no la controlas, te devorará.  

Me incorporo lentamente, la sábana deslizándose a lo largo de mis muslos.  

— Damon me ayuda a dominarla.  

Una sonrisa fría se dibuja en los labios de Ezra.  

— ¿Damon cree que puede ayudarte? Sacude la cabeza. No tiene idea de lo que esta magia es realmente. Yo sí.  

Me tenso.  

— ¿Porque estás ligado a ella?  

Ezra se sienta al borde de la cama, su mirada cautivadora fija en la mía.  

— Porque ya la he dominado. Y porque conozco su precio.  

Extiende la mano hacia mi muñeca. Instintivamente, retrocedo, pero sus dedos se cierran sobre mi piel desnuda. Una ola de calor oscuro se eleva entre nosotros. Los filamentos negros bajo mi piel vibran en respuesta a su contacto.  

— ¿Sientes eso? murmura.  

Un escalofrío recorre mi cuerpo. Asiento, incapaz de apartar la mirada.  

— Esta magia te reconoce. Te llama. Si continúas escuchándola, te llevará a mí.  

— ¿Y si no quiero?  

Ezra sonríe, un destello cruel en sus ojos.  

— Entonces te romperá.  

Su pulgar se desliza lentamente a lo largo de mi muñeca, despertando un calor oscuro en mi vientre. Mi respiración se acelera.  

— Puedo ayudarte a dominar esta magia, Alina. Pero debes confiar en mí.  

Cierro los ojos un instante. Sé que Damon no querría que aceptara la ayuda de Ezra. Está convencido de que Ezra me manipula. Pero lo que siento en este momento… esta atracción eléctrica entre nosotros… es más fuerte que una simple manipulación.  

— ¿Por qué quieres ayudarme? murmuro.  

Ezra se acerca. Su aliento cálido roza mi garganta.  

— Porque eres mía.  

Siento un escalofrío.  

— No, no lo soy.  

Una sonrisa torcida se dibuja en sus labios.  

— No todavía.  

Desliza su mano a lo largo de mi muslo, y un escalofrío violento recorre mi cuerpo. Mi corazón late demasiado rápido, atrapado entre el deseo y el miedo.  

— Puedo enseñarte a controlar esta magia. Pero hay un precio.  

Trago saliva.  

— ¿Qué precio?  

— Déjame entrar en tu mente. Déjame guiarte.  

— ¿Por qué?  

Sus ojos se oscurecen.  

— Porque esta magia me pertenece. Y si quieres que te obedezca, deberás someterte a mí.  

Me tenso.  

— No me someto a nadie.  

Una sonrisa se dibuja en sus labios.  

— Ya veremos.  

Ezra se inclina hacia mí, su frente rozando la mía. Puedo sentir el calor de su aliento sobre mis labios.  

— Déjame mostrarte lo que puedes llegar a ser, Alina. Déjame mostrarte lo que realmente eres.  

Contengo la respiración. Mi corazón tamborilea en mi pecho.  

— ¿Y si me niego?  

Ezra roza mi labio inferior con la yema del pulgar.  

— Entonces seguirás siendo débil.  

Aprieto los puños. Una parte de mí quiere empujarlo, pero la otra… esa parte oscura que late con la magia… quiere ceder.  

— Toma tu decisión, Alina.  

Fijo mis ojos en los suyos rojos, esta promesa de poder y dominio. Luego agarro su muñeca, guiando su mano contra mi pecho, allí donde la magia late con más fuerza.  

— Muéstrame.  

Ezra sonríe, y su mirada se enciende.  

— Con gusto.  

Me atrae violentamente hacia él, y una descarga de energía oscura explota entre nosotros. Mi respiración se detiene, mis uñas se clavan en sus hombros. Ezra captura mis labios en un beso brutal, posesivo. La magia chisporrotea en el aire, envolviéndonos como una ola ardiente.  

Ya no estoy segura de lo que estoy liberando. Pero en este momento, no me importa.  

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