Damon

El viento aúlla en la noche mientras dejamos la caverna. El suelo está cubierto de hojas muertas y cenizas, y el aire está cargado de una tensión eléctrica. El cuerpo de Alina tiembla ligeramente contra mí, pero su mano permanece anclada en la mía. No quiere mostrar su debilidad, incluso después de haber desatado una magia tan antigua y poderosa.

Lucien camina frente a nosotros, su mirada afilada cortando la oscuridad. No dice nada, pero siento su tensión. Lo que acaba de suceder con Sélène ha despertado algo… una amenaza mucho mayor de lo que imaginábamos.

— ¿Estás segura de que estás bien? murmuro a Alina.

Ella asiente, pero su respiración es entrecortada.

— Sí… estaré bien.

Me detengo, obligándola a mirarme a los ojos. Su mirada está velada por el cansancio, pero sus ojos todavía brillan con ese resplandor rojo oscuro, residuo del poder de la sangre. Acaricio su mejilla con la punta de los dedos.

— Estás ardiendo por dentro, Alina. Lo siento.

Cierra los ojos un instante antes