Alina
La noche ha caído desde hace varias horas, pero no puedo dormir. La pelea de Damon contra su padre gira en bucle en mi mente. Lo veo de nuevo, con la respiración entrecortada, los músculos tensos, los ojos brillando con un destello dorado, dominando a su padre sin matarlo. Podría haberlo hecho. Habría tenido todas las razones para hacerlo. Pero Damon es diferente. Es fuerte sin ser cruel.
Estoy acostada en la cama de Damon, envuelta en las sábanas que aún llevan su aroma. Mi corazón late con fuerza en mi pecho mientras escucho la puerta abrirse suavemente.
— ¿No duermes?
Me incorporo ligeramente cuando Damon entra en la habitación. Está sin camisa, una fina cortadura recorre su hombro, pero su mirada está alerta, viva. Incluso después de tal prueba, todavía irradia esa aura indomable.
— No, murmuro. Te estaba esperando.
Se acerca lentamente a la cama, sentándose en el borde.
— Necesitaba tomar aire.
— Lo entiendo.
Acaricio su mano con la yema de los dedos. Él la gira y entrelaza