Eliana miraba la pantalla de su computadora con el ceño fruncido. Los intentos de hackeo continuaban sin tregua. Su equipo de ciberseguridad estaba haciendo lo posible por contener el ataque, pero cada vez era más evidente: la prioridad del hacker era Innova Corp.
¿Por qué?
Tomó su teléfono y, sin pensarlo dos veces, llamó a José Manuel.
—No te molestes en fingir, Santacruz. Sé que eres tú.
La voz de José Manuel sonó irritada al otro lado de la línea.
—¿De qué demonios hablas, Eliana?
—Estás intentando hackearme. Y para que no sospeche de ti, te estás atacando a ti mismo.
José Manuel se quedó en silencio unos segundos.
—¿Te estás escuchando? ¿Crees que me arriesgaría a comprometer mi propia seguridad solo para despistarte?
—No sería la primera vez que haces algo sucio para ganar.
José Manuel apretó la mandíbula.
—Si me crees capaz de algo así, ¿por qué no llamas a las otras empresas para ver si también están bajo ataque?
—Buena idea —replicó Eliana con frialdad—. Vamos a ver qué tan l