Eliana sintió el calor reconfortante de la mano de Isaac entrelazada con la suya. Su presencia le brindaba una sensación de seguridad, como si todo lo que estaba fuera de su alcance y su memoria perdida no importara mientras él estuviera ahí. Cerró los ojos por un momento, disfrutando de la paz que le brindaba esa cercanía.
Pero algo la inquietaba. Había una sombra en la habitación, una presencia que no lograba descifrar.
Cuando volvió a abrir los ojos, su mirada recorrió el espacio hasta detenerse en la figura de un hombre que la observaba en silencio.
José Manuel.
Sus rasgos eran serios, sus ojos oscuros reflejaban una mezcla de angustia y… ¿esperanza? Algo en él parecía gritarle que lo reconociera, que buscara en su interior un recuerdo, un instante, un lazo que los uniera. Pero en su mente solo había vacío.
Frunció el ceño con confusión.
Se giró lentamente hacia Isaac y, con voz suave pero llena de incertidumbre, preguntó:
—¿Quién es él?
El silencio cayó sobre la habitación como u