La noche se sentía más oscura de lo habitual en la casa de José Manuel. Un silencio inquietante llenaba los pasillos, roto únicamente por el sonido entrecortado de la respiración de Samuel en su habitación.Acurrucado en su cama, el niño abrazaba con fuerza su almohada, como si eso pudiera aliviar el torbellino de emociones que lo consumía. Su mente no dejaba de repetir las crueles palabras de Samantha: "Probablemente no sobreviva."—No es verdad… —susurró una y otra vez, como si decirlo en voz alta pudiera convertirlo en realidad.Pero la duda ya se había instalado en su pequeño corazón.Se removió en la cama, sintiendo un peso en el pecho, como si una mano invisible le apretara el alma. La incertidumbre lo estaba matando. Se cubrió la cara con las manos, intentando detener las lágrimas, pero fue inútil.—Tengo que llamar a mi papá…Se sentó en la cama de golpe y buscó su teléfono en la mesita de noche. Sus dedos temblaban mientras marcaba el número de José Manuel. Llevó el aparato a
José Manuel salió de la habitación de Eliana y caminó por el pasillo del hospital con el teléfono en la mano, tratando de calmar la ira que ardía en su pecho. Su hijo, su pequeño Samuel, lo había llamado aterrado, llorando, por culpa de Samantha.Marcó su número sin dudarlo. La llamada sonó dos veces antes de que Samantha contestara con su tono usualmente dulce.—José Manuel… qué sorpresa —dijo con una falsa amabilidad—. ¿A qué debo esta llamada tan tarde?José Manuel apretó la mandíbula.—¡¿Cómo pudiste decirle eso a Samuel?! —espetó con furia—. ¡¿Cómo te atreviste a decirle que Eliana se está muriendo?!Hubo un silencio antes de que Samantha soltara un suspiro exagerado.—Oh, José Manuel… estás exagerando. Solo le dije la verdad. Es mejor que Samuel sepa cómo están las cosas antes de que sea demasiado tarde. Si Eliana…—¡No sigas! —gruñó él, su paciencia colapsando—. No te atrevas a hablar como si ya estuviera condenada. ¡Eliana no se va a morir!Samantha rió con ligereza, como si t
La noche en Nueva York estaba en calma, pero dentro de la habitación de Isaac, la tormenta se desataba en su mente.El sueño comenzó con una sensación de paz absoluta. Estaba en un jardín hermoso, extenso, con árboles frondosos y flores en tonos vibrantes. El aire era fresco, perfumado con el dulce aroma de las rosas y jazmines. Se sentía liviano, sin preocupaciones, como si el tiempo se hubiera detenido en ese instante perfecto.Frente a él, Eliana sonreía con una luz que parecía rivalizar con el sol. Llevaba un vestido blanco, ligero, que se movía con la brisa. Sus ojos brillaban con la felicidad más pura, y su risa, tan melodiosa, llenaba el espacio con una calidez que hacía que Isaac olvidara todo lo demás.—Es hermoso, ¿verdad? —dijo ella, girando sobre sí misma con los brazos extendidos, como si quisiera abrazar el mundo entero.Isaac la observó con admiración.—No hay nada más hermoso que tú —respondió con sinceridad, acercándose a ella y tomando su mano.Eliana lo miró con ter
La madrugada avanzaba lenta, y el hospital permanecía en un inquietante silencio. Afuera, las luces de la ciudad titilaban en la distancia, indiferentes a la tormenta de emociones que se libraba dentro de José Manuel.Sentado en el sillón junto a la cama de Eliana, miraba su rostro sereno, su respiración pausada, el suave ascenso y descenso de su pecho. A simple vista, parecía estar en paz… pero él no lo estaba.Había intentado dormir, pero cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Eliana en la camilla, rodeada de médicos, los monitores sonando con desesperación, los segundos interminables en los que sintió que la perdía, volvían a atormentarlo.Se frotó el rostro con las manos, sintiendo el peso del cansancio en su cuerpo. Pero no podía rendirse al sueño. No cuando Eliana seguía ahí, sin recordar quién era él.—Te amo, Eliana… —susurró con voz ahogada, apoyando los codos en sus rodillas y entrelazando los dedos frente a su rostro—. No sabes cuánto duele que no me recuerdes…El sile
Isaac sintió que el aire se le escapaba del pecho. Sus manos temblaban mientras apretaba el teléfono con fuerza, como si aferrarse a él pudiera evitar que la realidad lo golpeara con más fuerza.—Dime qué pasó… —murmuró, su voz apenas un susurro cargado de angustia.José Manuel cerró los ojos un momento antes de responder.—Fue atropellada.Isaac sintió que su cuerpo se tensaba de inmediato.—No… No puede ser… —susurró, negando con la cabeza, aunque nadie pudiera verlo.—Está estable, pero la situación fue crítica. Tuvo que ser operada de urgencia por un hematoma en el cerebro —continuó José Manuel, con un tono que intentaba ser sereno, pero que no podía ocultar la preocupación—. Perdió la memoria…Isaac sintió un escalofrío recorrerle la espalda.—¿Qué… qué quieres decir con eso?—Recuerda a todos… menos a mí.El silencio se extendió entre ellos como una grieta que amenazaba con partirlo todo. Isaac tragó en seco, sintiendo una mezcla de alivio y desesperación.—Voy para allá —dijo d
Isaac se quedó sentado en el sofá, mirando la taza de aromática que María José había dejado intacta. Su discusión lo había dejado con una sensación amarga en el pecho. No había querido hacerla sentir incapaz, pero tampoco podía ignorar la realidad: ella no estaba completamente bien y Gabriel era solo un niño. ¿Cómo podía irse tranquilo dejando todo así?Suspiró y se llevó las manos al rostro. Su mente seguía dividida entre su responsabilidad con Gabriel y su angustia por Eliana. Intentó llamarla otra vez, pero el teléfono seguía apagado.—Caramba —murmuró, apretando el celular en su mano.En ese momento, Gabriel apareció en la sala, frotándose los ojos con sueño.—Papá… ¿por qué estás despierto?Isaac dejó el celular a un lado y forzó una sonrisa.—No podía dormir, campeón. ¿Qué haces despierto tú?Gabriel caminó hacia él y se sentó a su lado, apoyando la cabeza en su brazo.—Tuve un sueño raro.—¿Sobre qué?El niño se quedó en silencio por unos segundos antes de responder.—Soñé con
María José observó a Isaac en silencio mientras él caminaba de un lado a otro por la sala, con el teléfono en la mano, revisando mensajes que nunca llegaban. Su ceño estaba fruncido, y cada tanto soltaba un suspiro pesado. Estaba claro que su mente no estaba allí.—Isaac —llamó ella con suavidad, sentada en el sofá con una taza de té entre las manos.Él se detuvo, levantó la vista y la miró como si acabara de recordar que ella estaba allí.—¿Sí?María José tomó aire y sostuvo la mirada con determinación.—He estado pensando en todo esto… y creo que si realmente quieres viajar para ver a Eliana, Gabriel y yo podemos ir contigo.Isaac la miró con sorpresa, como si no hubiera esperado esa respuesta.—¿Viajar juntos? —repitió, tratando de asimilar sus palabras.—Sí. Sé cuánto te preocupa Eliana, y también sé que estar lejos te está matando —respondió ella con sinceridad—. Si estar allá te hace sentir más tranquilo, entonces iremos los tres. No quiero ser un obstáculo para ti, Isaac.Él se
El sonido constante de los monitores llenaba la habitación, marcando el lento pero estable ritmo del corazón de Eliana. Su respiración era tranquila, y por primera vez en días, su piel tenía más color. José Manuel, sentado a su lado, no había cerrado los ojos en toda la noche.Cuando los primeros rayos de sol se filtraron por la ventana, notó un leve movimiento en los dedos de Eliana. Se incorporó de inmediato, sosteniéndole la mano con suavidad.—Eliana… —susurró con esperanza.Los párpados de ella temblaron y, con esfuerzo, comenzó a abrir los ojos. Al principio, su mirada estaba nublada, perdida en el techo blanco de la habitación. José Manuel contuvo la respiración, esperando que su primera reacción fuera llamarlo, reconocerlo… Pero cuando los ojos de Eliana se posaron en él, solo reflejaron confusión.—¿Cómo te sientes? —preguntó, intentando sonar calmado.Eliana frunció ligeramente el ceño, llevando una mano a su frente como si intentara recordar algo.—Estoy… un poco cansada —m