La noche se sentía más oscura de lo habitual en la casa de José Manuel. Un silencio inquietante llenaba los pasillos, roto únicamente por el sonido entrecortado de la respiración de Samuel en su habitación.
Acurrucado en su cama, el niño abrazaba con fuerza su almohada, como si eso pudiera aliviar el torbellino de emociones que lo consumía. Su mente no dejaba de repetir las crueles palabras de Samantha: "Probablemente no sobreviva."
—No es verdad… —susurró una y otra vez, como si decirlo en voz alta pudiera convertirlo en realidad.
Pero la duda ya se había instalado en su pequeño corazón.
Se removió en la cama, sintiendo un peso en el pecho, como si una mano invisible le apretara el alma. La incertidumbre lo estaba matando. Se cubrió la cara con las manos, intentando detener las lágrimas, pero fue inútil.
—Tengo que llamar a mi papá…
Se sentó en la cama de golpe y buscó su teléfono en la mesita de noche. Sus dedos temblaban mientras marcaba el número de José Manuel. Llevó el aparato a