El silencio en la mansión era casi insoportable. José Manuel entró con el ceño fruncido y la mente dando vueltas sin descanso. Samantha caminó detrás de él, aún fingiendo estar afectada por la mentira de Rodrigo.
—José… —llamó con voz suave, deteniéndose en la entrada del vestíbulo—. ¿Estás bien?
José Manuel se pasó una mano por el rostro, tratando de ordenar sus pensamientos.
—No lo sé, Samantha… No lo sé.
Ella se acercó con cautela, como si temiera su reacción.
—Tal vez lo mejor es que descanses un poco… Ha sido un día difícil para los dos.
José Manuel soltó una risa amarga.
—¿Descansar? —negó con la cabeza—. No puedo, no hasta aclarar todo con Eliana.
Samantha sintió un leve escalofrío. No quería que él hablara con Eliana, no después de todo el esfuerzo que había hecho para separarlos.
—José… —murmuró con falsa preocupación—. ¿Crees que ella quiera escucharte después de todo?
José Manuel la miró con el ceño fruncido.
—Tengo que intentarlo.
Samantha bajó la mirada, fingiendo tristez