José Manuel observó desde su auto, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada, cómo Eliana se despedía de Alejandro con una sonrisa cordial. Era tarde, y la escena frente a él lo carcomía por dentro.
Eliana y Alejandro acababan de salir de un restaurante, donde habían tenido una reunión con unos proveedores. Ella extendió la mano hacia él en un gesto profesional, y Alejandro, con su actitud habitual, tomó su mano con un poco más de familiaridad de la que a José Manuel le habría gustado.
Su pecho se oprimió con una mezcla de frustración y celos. No podía apartar la vista de Eliana. Su elegancia natural, su sonrisa amable… La misma que solía dedicarle a él.
Alejandro se inclinó levemente hacia ella, diciéndole algo que José Manuel no alcanzó a escuchar, pero que la hizo reír suavemente antes de darle un último adiós y encaminarse a su auto.
José Manuel cerró los ojos con fuerza, tratando de calmar la ira irracional que lo consumía.
Sabía que no tenía derecho a sentir aquello.
Pero mal