Amanda perdió la noción del tiempo entre saludos, sonrisas, comentarios educados, manos que se extendían y nombres que se le escapaban apenas los escuchaba.
Ella sonreía.
Sonreía tanto que sentía que le dolía la cara.
Sonreía como si fuera parte del manual.
Por dentro, en cambio, se estaba asfixiando.
Y cada cierto tiempo, su mirada volvía a la mesa de los Van Ness.
Más bien a Ethan.
Sus ojos tampoco se apartaban de ella, como un hilo tenso, invisible, que los mantenía conectados a pesar de la distancia.
“Quiero que estés aquí… a mi lado.”
Pero no se podía. No todavía.
Amanda saludó a una pareja que se detuvo en la mesa directiva y cuando por fin se sentó otra vez, respirando hondo, volvió la mirada hacia Ethan…
Y apretó la mandíbula.
Apenas lo descuida un segundo y ya ib