Amanda terminó de ordenar cada copia del informe sin cometer un solo error, aunque el temblor que recorría sus dedos llevaba más de una hora ahí.
No era solo por la reunión de esa noche, sino también por la conversación del almuerzo, el perfume que la perseguía desde la sala cinco y la frase que no lograba quitarse de encima.
“Voy a cuidarte aquí dentro.”
¡Sal de mi cabeza, Ethan Van Ness!
Respiró profundo para despejar la mente.
La pila de documentos quedó alineada, impecable, como si así pudiera poner en orden también sus pensamientos, pero no funcionaba.
Ni un poquito.
La idea de estar rodeada de ejecutivos de alto nivel, sentada junto a su jefe impredecible, representando a la empresa, la hacía sentir mareada.
¿Estaba preparada? No.
¿Iba a hacer su mejor trabajo? Por supuesto que sí.
Cuando estaba a punto de avisarle a Daniel que ya había terminado, lo vio aparecer frente a su cubículo.
Alto, impecable, con su traje gris impecable y la expresión serena que solo mostraba cuando esta