Amanda se separó de Ethan con una brusquedad que ni siquiera ella esperaba, como si sus manos siguieran ardiendo en su piel.

Dio dos pasos hacia atrás y regresó a la silla donde había estado sentada momentos antes, intentando recuperar la cordura y fingir normalidad, aunque el borde del escritorio le temblaba entre los dedos. Se sentó dándole la espalda a la puerta, como si así pudiera ocultar el desastre emocional que ese hombre acababa de provocar en ella.

No quería que nadie, absolutamente nadie, notara que su jefe había estado a medio centímetro de robarle un beso.

En ese instante, la puerta se abrió con un golpe suave.

—Disculpe, señor Van Ness. El señor Thomas lo solicita en su oficina lo más pronto posible —anunció la secretaria de Presidencia con absoluta inocencia, como si no hubiera interrumpido algo que estaba a punto de incendiar el piso entero.

Ethan frunció el ceño, recobrando su postura profesional con una facilidad que a Amanda la desconcertaba, le impresionaba —y frus