Amanda respiró hondo y trató de ignorar el hecho de que Ethan Van Ness, su jefe temporal, el hombre que había besado por accidente —y con demasiada pasión—, estaba observándola desde el fondo del set como si fuera una obra de arte en movimiento.
O peor aún… como si estuviera decidiendo si comprarla o demandarla.
Cada clic de la cámara sonaba más fuerte que el anterior. Intentaba posar con la serenidad de una modelo profesional, pero su cerebro parecía haberse desconectado.
—Gira un poco más el rostro, Amanda —indicó el fotógrafo, sin sospechar que el verdadero motivo de su rigidez era que Ethan la estaba mirando de arriba abajo, con esa media sonrisa suya que parecía una provocación personal.
“Tranquila, Amanda, ignóralo. Es solo un hombre. Solo un multimillonario guapísimo al que le quitaste el saco y lo besaste frente a tu ex. Nada raro.”
Sonrió, pero la sonrisa salió tan tensa que el fotógrafo la detuvo.
—No tan forzada. Más natural, por favor.
“Más natural”, repitió para sí. Claro