CAPÍTULO 5: LA ADVERTENCIA

Quedaban solo tres días para la boda. La mansión López estaba llena de flores, luces y trabajadores que preparaban todo para el gran día. Catalina estaba en su habitación, probando el vestido de novia por última vez, cuando escuchó un ruido en la ventana.

Se acercó y vio que alguien había tirado una nota por el resquicio. La cogió y la leyó:

"Deja de investigar, Catalina. Si no, la boda no será la única cosa que termine el día que te cases. Santiago no fue el único objetivo."

Las palabras le helaron la sangre. Era una advertencia clara — alguien sabía lo que estaba haciendo y no quería que continuara. Mientras miraba la nota, escuchó a Jessy llamar a la puerta.

"Catalina, abreme. Tengo que hablar contigo."

Catalina guardó la nota en su bolsillo y abrió la puerta. Jessy entró con un paquete en las manos. "Es un regalo para la boda," dijo, con una expresión extraña — no era de desprecio, sino de miedo. "Mi madre me lo dio. Dijo que te lo tuviera que dar."

Catalina abrió el paquete. Dentro había un collar de perlas — hermoso, pero con una pequeña tarjeta que decía: "Recuerda tu lugar. Sustituta."

"Gracias," dijo Catalina, con calma. "Pero sé que tú también tienes miedo. Miedo a que yo tenga todo lo que tú quisiste."

Jessy palideció. "No tengo miedo. Solo... sé que hay cosas que no sabes. Cosas que son peligrosas."

"¿Como qué?" preguntó Catalina. "¿Como que alguien quería matar a Santiago? ¿Como que tu padre podría saber algo al respecto?"

Jessy se quedó en silencio, con los ojos llenos de lágrimas. "No te hables de eso," dijo. "Por favor. Me da miedo."

Antes de que Catalina pudiera responder, entró Lucas. "Catalina, tengo que llevarte al hospital. Santiago ha tenido un cambio."

Catalina se quitó el vestido de golpe y se puso ropa casual. "¿Qué tipo de cambio?"

"Los médicos dicen que su ritmo cardíaco ha aumentado. Ha movido un dedo. Tal vez esté a punto de despertar."

Catalina sintió un nudo en la garganta. Santiago estaba a punto de despertar — y con él, la verdad podría salir a la luz. Pero también el peligro.

Llegaron al hospital y se dirigieron a la habitación de Santiago. Elena y Diego estaban ahí, mirando a la cama con expresiones tensas. Santiago estaba moviendo los dedos de la mano derecha, y su rostro mostraba dolor.

"Catalina," dijo Elena, con voz grave. "Si mi hijo despierta, no le hables de nada. De ninguna cosa. Lo que pasó, pasó."

"Yo hablaré con él de lo que quiera," dijo Catalina, acercándose a la cama. "Él tiene derecho a saber la verdad."

Diego se acercó a ella y la agarró por el brazo. "No te atrevas, Catalina. Mi primo no necesita problemas ahora."

"Suéltame," dijo Catalina, con voz firme. "O te arrepentirás."

Diego soltó su brazo, con la cara roja de rabia. Mientras tanto, Santiago abrió los ojos. Estaban confusos, desorientados, pero abiertos.

"¿Dónde estoy?" preguntó, con voz débil.

"Tú estás en el hospital, Santiago," dijo Catalina, acercándose más. "Soy Catalina. Tu futura esposa."

Santiago miró a sus ojos, como si tratara de recordarla. "Catalina? No... yo iba a casarme con Jessy."

"Jessy se negó," dijo Catalina. "Yo acepté. Pero eso no importa ahora. ¿Te acuerdas de lo que pasó? ¿De tu accidente?"

Santiago frunció la ceja, como si tratara de recordar. "Hay algo... un ruido. Una voz. Alguien que me dijo que no podía escapar."

"¿Quién?" preguntó Catalina.

"Yo... no lo sé," dijo Santiago, cerrando los ojos de nuevo. "Me duele la cabeza. Tengo que dormir."

Los médicos entraron y le pidieron a todos que salieran. Catalina se quedó última, mirando a Santiago. Él había despertado, pero no recordaba todo. Pero al menos sabía que alguien le había dicho que no podía escapar — eso confirmaba lo que Valeria le había dicho.

Al salir del hospital, Lucas la acompañó al coche. "Ahora estás en más peligro que nunca," dijo. "Si Santiago recuerda algo, quienquiera que lo hizo no lo perdonará."

"Catalina miró a sus ojos. "Yo no me rendiré," dijo. "Aunque me cueste la vida, voy a encontrar a quién lo hizo."

En ese momento, escucharon un ruido de explosión. Miraron hacia atrás y vieron que un coche cerca del hospital había explotado. No era el de ellos, pero era una advertencia clara. Alguien estaba vigilándolos.

"Vamos," dijo Lucas, arrastrándola al coche. "Tenemos que irnos de aquí."

Mientras conducían, Catalina pensó en la nota, en la explosión, en Santiago que había despertado. La boda estaba a tres días, y el peligro estaba en cada esquina. Pero ella no se rendiría — nunca.

"El día de la boda," dijo en voz baja. "Ese día, la verdad saldrá a la luz."

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