He sido humillada muchas veces en mi vida, tantas que ya perdí la cuenta.
Mi autoestima ha sido golpeada,y pisoteada tantas veces que hasta dejaría de sonar trágico si lo contara en voz alta.
Cada casting que nunca responde, puerta que no se abre, comentario disfrazado de buena intención y trabajo donde soy la sombra de otros menos talentosos.
Toda mi vida ha sido una eterna pausa, una espera interminable.
Y aun así... tuve la piel lo bastante dura como para trabajar para la mujer que más odio en este mundo.
Pero jamás, me había sentido tan humillada como cuando Andrew Palvin me dijo —con esa calma fría, con esa sinceridad cortante, tan natural en el, que yo no era alguien por quien él arriesgaría nada.
El problema no fue lo que dijo.
Fue que lo dijo con verdad.
Con esa seguridad de quien está acostumbrado a opinar desde su pedestal sin imaginar que sus palabras pueden aplastarte.
Eso destruyó algo en mí.
No un sentimiento hacia él —porque no siento nada— sino mi orgullo.
Ese orgullo