Seth se acomodó en la silla al lado de Ameline, cruzando una pierna con aire casual, aunque no dejaba de observarla mientras trabajaba con Jason.
Ameline, por su parte, parecía concentrada, pero él notaba los gestos sutiles: la forma en que fruncía el ceño al recordar, cómo se frotaba las manos sin darse cuenta, lo rígida que mantenía la espalda. Ella no solo estaba reconstruyendo un rostro. Estaba escarbando en algo que le dolía.
—El tono del cabello era un negro muy oscuro, con flequillo recto pero no es que le cubriera toda la frente por completo. —Repitió Ameline con lentitud, retomando la descripción—. No muy largo, por los hombros, y siempre estaba atado en peinados elegantes, un bollo, una trenza recogida, un moño alto. Y siempre estaba... brillante, como si se lo cuidara mucho. Tenía piel bastante clara, bastante pálida. Y usaba ese delineado fino, casi perfecto, en los ojos. Como si llevara años practicándolo, yo le preguntaba su secreto pero ella siempre decía que la bellez