—¿Por qué esa cara, preciosa? Te mejore tu celda ¿y así me agradeces? —bromeó Seth, pero sus dedos tamborileaban en sus costados, mostrándole que estaba nervioso.
¿Nervioso? ¿Por qué rayos podría estar nervioso?
Frunció el ceño, mirando de reojo a su cinturón, solo para sorprenderse de que esta vez no estuviera ni con su arma ni con la daga que normalmente siempre cargaba.
¿Había ido a verla desarmado? ¿Por qué? ¿Quería probarle que no iba a lastimarla, o que confiaba en que ella no intentaría nada, o acaso solo olvidó ese pequeño detalle?
Mmm… a Ameline casi le daban ganas de tomar una maceta y estrellársela en la cabeza, pero no era tan tonta como para no saber que seguro sus guardias mastodontes lo esperaban fuera del cuarto, atentos a cualquier sonido, y si intentaba algo contra él en su propia casa sin duda iban a matarla.
Y, a pesar de todo, Ameline todavía le tenía cierto temor a la muerte. Apreciaba su vida lo suficiente como para saber que no debía hacer algo estúpid