Ameline abrió los ojos lentamente, y lo primero que notó fue que ya no estaba en la dura cama de su lugubre celda, sino en un colchón suave en un lugar bien iluminado… y con un suave aroma a lavanda.
Se sentó lentamente en la cama, confundida.
¿Qué fue lo último que pasó?... Ah, sí, ya se acordaba… Se estuvo muriendo de hambre y sed, agotada y resentida con la vida hasta que ya no pudo más y se desmayó.
Y al desmayarse… le dio la impresión de ver a Seth, aunque no estaba del todo segura de que eso fuera verdad, quizás finalmente acabó de volverse loca.
Examinó sus alrededores, tomando nota de lo amplia, limpia y brillante que era la habitación mientras sus dedos se abrían y cerraban sobre el suave y mullido colchón en donde estaba.
—Vaya… he estado en varios hoteles de lujo, pero nada se compara a esto. —Se puso de pie lentamente, solo para darse cuenta de que tenía una aguja intravenosa en el brazo, pero no lo pensó dos veces y simplemente se la quitó, siseando por el pinchazo.