Capítulo LXIII

Apoyo todo mi peso en el muro frontal que divide las cosechas de frutas con las de vegetales. Exhalo con pesadez y me encorvo. Mi mano no tarda en tantear el muro para también apoyarse en él. Pestañeo una, dos, treces veces más para recomponerme y fingir que estoy bien.

Le sacudo la cabeza a Breogán, que se acerca con una mueca intranquila.

—Estoy bien —le susurro.

—Estás más blanca que el mismo blanco.

Asiento y enderezo la cabeza. El sol me ciega por un tiempo indefinido, el cual aprovecho para calmar el dolor incesante en mi cráneo, donde seguro mi cerebro se remueve inquieto. Absorbo una bocanada de aire y cierro los ojos con fuerza. El mundo me da vueltas. Mi estómago, que no está preparado para la situación, se retuerce y gira en su posición. Me reclino y expulso ese efluvio cargado de vómito que él expulsó después de dar la quinta vuelta. Me presiono el abdomen y toso, escupiendo lo último que queda de vómito.

Breogán palmea mi espalda y suspira.

—Yo… —Resuello, sacudo la cabez
Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App