Capítulo 98. Ella no es su hermana
Marina está agachada frente a un grupo de niños de cinco y seis años. Sus pequeñas manos se mueven con entusiasmo sobre las hojas, dejando rastros de pintura azul, verde y amarilla. El salón es un ambiente inocente que siempre logra darle paz.
—Muy bien, Matías, ese árbol te ha quedado hermoso —dice, sonriendo, mientras limpia con un trapo los dedos manchados de otro niño.
Pero la paz dura poco. Su piel se eriza de golpe, como si un viento helado la hubiera atravesado. Sus sentidos se agudizan. Lo reconoce al instante: la presencia de licántropos. Un hormigueo intenso recorre sus brazos y la espalda. Levanta la vista hacia la puerta y ventanas, esperando ver a alguien allí, pero no hay nadie.
¿Se está confundiendo? No… imposible. Ella conoce esa sensación, la ha vivido demasiadas veces. Está segura de que hay lobos cerca.
Su corazón late con fuerza. ¿Serán los sirvientes de su padre? ¿Hombres enviados para devolverla a la fuerza a la manada y recordarle el deber que lleva sobre sus ho