Capítulo 114. Protectores de la luna
El grito de Aria rasga la noche como un trueno.
Kael la sostiene entre sus brazos, desesperado, mientras los miembros de la manada corren a buscar a Genoveva.
El fuego central aún arde, y bajo su resplandor, la figura de Aria parece bañada en luz lunar. Su piel brilla con un fulgor plateado, como si Selene misma descendiera a través de ella.
Susana se acerca lo más rápido que puede para asistirla.
—Resiste, mi amor —susurra Kael, con la voz quebrada—. Ya vienen… nuestros hijos ya vienen.
Aria apenas puede responder. Las contracciones la sacuden, pero entre el dolor, una fuerza inmensa vibra en su interior. Lyla, su loba, ruge en su mente, empujándola, guiándola, recordándole quién es: una Luna, madre de una nueva generación.
El viento se arremolina, los lobos aúllan alrededor del fuego. El cielo se abre y un rayo de luna cae cerca de ellos.
—Ya está, ellos quieren nacer —dice Susana con calma sagrada mientras coloca las manos sobre el vientre de Aria—. No tenemos tiempo de llevarte a l