La gran sala de la manada estaba llena, los miembros observaban en silencio, casi como un público expectante. En el centro, Alfa Antonio Roberts, padre de Isabella, se mantenía serio y firme, acompañado de su Luna. Frente a él, Beta Charles y su esposa Susana, junto a Julia, madre de Sofía, y Rafaella, tía de Isabella, estaban sentados con semblantes serios.
Isabella permanecía en silencio, en un primer momento al borde del shock, sin poder apartar la mirada del suelo mientras las palabras de su padre resonaban en cada rincón.
—Estamos aquí para informarles —comenzó Antonio con voz grave, clara y sin titubeos— que los trillizos Miguel, Leo y Camilo han reconocido como mates a Isabella. Sin embargo —añadió con énfasis—, ella no está obligada a aceptar esta unión. La decisión es suya.
El aire pareció estancarse por un momento.
Isabella levantó lentamente la mirada. Ya no tenía los ojos asustados ni la expresión quebrada. Estaba firme, centrada. Una fuerza silenciosa brotaba de su interi