La sala estaba iluminada, La atmósfera era solemne, contenida. Nadie hablaba.
Isabella entró por la puerta principal, acompañada por su padre, el Alfa Antonio, su madre la Luna de la manada, su tía Rafaella, y los miembros más cercanos de su familia. Sofía, Rocío, Jason, Lucas y los gemelos esperaban afuera. Esta vez, ella había decidido que este paso lo daría con su sangre, no con sus emociones. Lo personal debía quedarse al margen, por ahora.
Los ojos de Isabella recorrieron la sala hasta posarse en el Alfa Esteban Valenzuela, quien esperaba de pie, con el porte imponente que lo caracterizaba. A sus costados, sus hijos: